Qué hay. Aquí me tienen con la nueva entrada de mi blog zombie. Creo que bien saben que vengo a escribir generalmente en dos situaciones opuestas: en caso de felicidad. En caso de angustia o similares.
Hoy he venido acompañada de la segunda. Tengo angustia y un tanto de desesperación. Casi treinta años y me sigo teniendo los problemas existenciales que comencé a tener a los catorce. Sí, vergonzoso, pero si no lo cuento en algún lugar, simplemente me voy a ahogar.
La estúpida crisis sigue creciendo a raíz del desconocimiento parcial de lo que quiero en esta perra vida. Sí, así es, aún no lo sé. La edad no nos hace sabios ni mucho menos, maduros. Hay días en los que aseguro que mi grado de madurez ha ido viento en popa hasta que ¡BUM! siento un golpe en las costillas y otros dos en cada mejilla, y vuelvo a mi realidad: NO SÉ QUÉ QUIERO.
Tengo varios días de mal humor, esto se traduce en lloriqueos y quejas, ¿qué más? Y claro, quienes terminan pagándolo somos mi novio y yo. Sea por Dios, dijera una de mis buenas amigas.
Les cuento mi descontento actual. Todo comenzó cuando inicié a laborar con lo mejor de este país: El Gobierno. (Favor de leerlo como el sarcasmo que es). Los ciudadanos suelen quejarse de las injusticias y de lo lacra que puede ser el gobierno con el pueblo, pero hay algo que definitivamente no saben. Sus propios hijos, nosotros, los servidores públicos, somos igual de maltratados que los ciudadanos que trabajan fuera de los gubernamental y vaya que se ponen bravos al momento de juzgar a los que somos burócratas.
El Gobierno maltrata por igual. Juega con uno como si fuese cabeza de ganado. Nos manejan y manipulan a base de amenazas indirectas y de prestaciones atractivas para que no salgas huyendo al sector privado. Así es la política y así es el nepotismo. Ya fui parte del mismo. A mis superiores no les importa que me hayan reducido el sueldo como si yo pagara mis deudas y necesidades con algodón y buenos deseos. Poco importa lo que entregues a la Institución, entre ello tiempo, esfuerzo, dinero y todo tu cuerpo en los aspectos emocionales e intelectuales. Eso no importa. Sabemos que lo que importa es qué tipo de eritrocitos hay corriendo por tus venas. ¿De quién eres hijo? ¿de quién eres amigo? ¿qué tanto ofreciste tu cuerpo?, ¿no hay nada de eso? Entonces ahí te va un salario pobre, miserable, un trato indiferente y claro, posiciones jerárquicas tan bajas como se pueda conseguir.
Eso es lo que pasa. Me alcanzó la injusticia del sistema gubernamental. Pasé años mofándome de aquellos que se quejaban de toda esa porquería burocrática. Y aquí estoy. Siendo uno de ellos. Recibiendo a modo de embudo todo el ácido del karma. ¿Y qué? Este gobierno hijo de puta no va a cambiar. Y esa política de mierda que tienen muchísimo menos. No soy la hija de ningún directivo o jefe de área. No soy hermana de ningún integrante del Congreso Estatal. No soy la nalga de ningún político poderoso.
Y LO AGRADEZCO. Porque entonces sería parte de ese sistema aberrante que tanto estoy criticando.
Estoy cansada. Estoy harta. Eso va a tener que cambiar… No sé cómo, pero sí sé cuándo, y eso es YA.